sábado, 21 de enero de 2017

Tiempo, no espacio


Por Orlando Scoppetta DG.

Nos dice Jorge Luis Borges en Discusiones que Alfred Korzybski afirma que la característica fundamental del ser humano, es la tarea de acopiar tiempo, no espacio.
Alfred Korzybski (1879-1950)
Imagen de Wikipedia

 ¿En qué consiste esta suprema originalidad del hombre? En que vecino al vegetal y al animal que amontona espacio, el hombre acapara tiempo”.

Aunque Borges declara no entender a Korzybski, en una de sus citas parece estar la clave de la metáfora:

El materialismo dijo al hombre: Hazte rico de espacio. Y el hombre olvidó su propia tarea. Su noble tarea de acumulador de tiempo. Quiero decir que el hombre se dio a la conquista de las cosas visibles. A la conquista de personas y territorios. Así nació la falacia del progresismo. Y como una consecuencia brutal, nació la sombra del progresismo. Nació el imperialismo”.

No era en sí mismo novedoso el llamado aunque de alguna manera sí su presentación. La posesión de lo material ha sido el gran escollo del proyecto humano; el motor de la opresión; el combustible de las guerras.

Lo que Korzybski llama tiempo, hace referencia a las experiencias y conocimientos. En palabras de Borges, felicidades, ritos, cosmogonías, dialectos. Esta apetencia se contrapone al ansia material por la cual se incurre en la inequidad.

Jorge Luis Borges (1899-1986)
La competencia de los humanos por lo material ha llevado a la guerra más larga, cruenta y aun así no declarada. Cientos de millones de muertos pueden contarse por la confrontación directa y más por la confrontación indirecta: aquella que determina el destino de quienes nacen en el país equivocado o en la familia equivocada. Pocos son los vencedores y el resto de la humanidad podría estar entre los vencidos.

Esta distracción de las tareas fundamentales lleva a la enorme masa humana por el camino de la infelicidad. Está el ser humano ante la imagen más alta de sí mismo, construida ya sea la enorme posesión de riquezas, ya sea por una montaña de conocimiento que muy pocos pueden alcanzar.

En palabras de Bertrand Russell, el humano “tiene ante sí la imagen de lo que debiera ser y esta imagen está en constante desacuerdo con el conocimiento de sí mismo”. A la mayoría de la humanidad se le ha negado la satisfacción de los anhelos materiales y espirituales mínimos y entre ellos, quienes alcanzan este grado, miran hacia el siguiente como fuente de sus tormentos.

Bertrand Russell (1872-1970)
Foto: John Pratt/Keystone Features/Getty Images
La vuelta a la dimensión del tiempo de la que habla Korzybski, tendría que ver con la conciencia del sentido de lo humano. La satisfacción material produce ese espejismo de felicidad porque estimula aquella parte del entramado cerebral que induce placer. Es un nivel muy primario que debe ser asimilado por una conciencia superior.

El recorrido de Bertrand Russell en la conquista de la felicidad, nos habla de un ser humano que es capaz de ser feliz superando el egocentrismo. Viéndose como parte de algo más grande. Aunque el final de su libro resulta no ser tan preciso en su tesis, podríamos extraer lo que describe a un hombre feliz, justo al final del ensayo:


El que se siente ciudadano del universo y goza libremente del espectáculo que le ofrece y de las alegrías que le brinda, impávido ante la muerte, porque no se cree separado de los que vienen en pos de él. En esta unión profunda e instintiva con la corriente de la vida se halla la dicha verdadera”.

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