Por Orlando Scoppetta DG.
Alguna vez, en mi tiempo de universitario, me asaltó una pregunta acerca del origen de la vida. Algo que todavía no considero satisfactoriamente resuelto.
Alguna vez, en mi tiempo de universitario, me asaltó una pregunta acerca del origen de la vida. Algo que todavía no considero satisfactoriamente resuelto.
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Tomado de http://recursostic.educacion.es/bancoimagenes/web/ |
Una de las hipótesis más probables acerca del inicio de la
vida, es que esto se dio en algún escenario acuoso. La primera cosa viva en la
tierra fue capaz de diferenciarse del entorno, consumir energía y replicarse.
Esto sucedió en circunstancias muy particulares, debido a las delicadas
condiciones necesarias para que un ente vivo se construyera. Por ejemplo, se
requiere de alejamiento de los rayos ultravioleta (que destruyen estructuras
orgánicas microscópicas, aunque la misma luz ultravioleta podría ser la
causante de reacciones propicias a la vida), especialmente en una atmósfera
distinta a la que tenemos hoy, debido, en parte, a que en ese momento no
existía oxígeno en cantidades considerables en el aire.
Entonces, tendríamos a esta especie de ser proto-vivo,
nadando en una matriz líquida. Según lo que se sabe, esta cosa viva sería algo
similar a una bacteria. El problema es que los organismos vivos son sistemas
altamente organizados que van contra la corriente. Con esto quiero decir que la
vida es una forma de organización muy compleja e improbable. Vivir demanda
esfuerzo.
Cuando le planteé mis inquietudes a mi amigo José Luis
Bustos, él me remitió al Gen egoísta. Allí, Richard Dawkins plantea que dentro
del conjunto de moléculas que se formaron por azar, apareció el replicador. Una
organización molecular capaz de hacer copias de sí mismo ¿Por qué? Porque sí.
Simplemente como resultado del azar, según Dawkins.
Hay una continuidad entre la distribución física de un cuerpo
y la energía que hace parte integral del sistema. Si se agita una botella que
contenga agua y aceite, se formarán pequeñas gotas de aceite flotando en medio
del agua, pero cuando la energía aplicada se disipe, agua y aceite tenderán a
separarse. Para construir un edificio se requiere mucha energía: desde el diseño
hasta la aplicación de los materiales, se necesita energía. Luego, se necesita
más energía para mantener el edificio. Si con el paso del tiempo no se continúa
en la aplicación de esta energía, el edificio terminará en ruinas. La
separación de los materiales del edificio del resto del ambiente, sucumbirá de
manera que lo que fue ese edificio con el tiempo será algo muy parecido al
polvo.
Ilya Prigogine muestra cómo el aumento el nivel de energía
aplicado a un sistema produce un crecimiento del desorden y al tiempo un
incremento del orden. Por ejemplo, cuando se administra calor a un recipiente
con un líquido, se forman estructuras a manera de burbujas. El orden del agua
será perturbado y a la vez se disipará energía de manera caótica en forma de
calor. Cada burbuja es una estructura y
el conjunto de burbujas es una estructura más compleja. Hay que anotar, sin
embargo, que estos sistemas que emergen de la aplicación del calor, son
altamente inestables.
La vida requiere cierto grado de estabilidad y continuidad.
El ser vivo primigenio debió aplicar cierto esfuerzo para mantener la
diferenciación interna, puesto que para subsistir requirió de una membrana
exterior y de cierto grado de especialización de su conformación interna.
Debido a que los datos muestran que la capacidad
fotosintética fue adquirida por organismos vivos, es de suponerse que los
primeros entes vivos no contaban con la capacidad de tomar directamente la energía
del sol, así que tenían que alimentarse de otros compuestos de su entorno.
Creo que hay una continuidad en el grado de complejidad de la
gestión que hace un ente de la energía que percibe y los outputs que produce tal ente. Por ejemplo, una roca expuesta al sol
es capaz de captar energía luminosa. La devuelve al ambiente gradualmente en
forma de calor, y nada más. Una planta utiliza la energía de formas mucho más
complejas. Un humano devuelve la energía captada en forma de un edificio o de
una sinfonía.
Jeremy England, un físico de MIT, ha logrado formalizar un
planteamiento acerca del origen de la vida. Se desprende de su teoría que los
organismos son el resultado de formas de organización dadas para disipar la
energía. England siguió el rastro de la energía. Su idea podría llevar a la
conclusión de que la vida apareció de cierta manera en la tierra y debería
aparecer en cualquier otro lugar con condiciones similares.
Persiste, en mi mente, la pregunta acerca de cómo se
sostuvieron los primeros organismos. La tendencia a preservar la vida requiere
un grado complejo de respuestas ante las amenazas y la primera amenaza es la
propia inactividad. Lo más natural sería la falta de esfuerzo; sin embargo, los
entes vivos explotaron y cambiaron el ambiente mismo. Las probabilidades se
orientan hacia un fracaso prematuro de la vida. Es evidente que no fue
así.
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