¿Cuál es ese recuerdo de la infancia que llega ahora a la memoria? Tal vez el de la travesura que hace reír en las reuniones familiares, aunque en su momento hizo merecer una reprimenda. O tal vez es la remembranza de ese momento en que se sintió dolor, tristeza o soledad. La evocación de la niñez hace sonreír al más adusto o ensombrecer al más festivo.
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Sol de la mañana. Eward Hopper, 1952 |
El
asunto refiere a mucho más que un álbum fotográfico de la infancia. Hurgando en
los recuerdos es posible encontrar las circunstancias en las que se instaló la
seguridad, la chispa o la inspiración. Fue el reconocimiento, fue el apoyo, fue
el abrazo. También es probable explorar cómo se instauró el frío, la angustia,
el temor. De los primeros años de la vida se puede salir un poco aporreado, a
veces mucho; luego, con el paso del tiempo, las abolladuras se tiñen de colores
más alegres, aunque en algunos casos la capa de pintura sea insuficiente para restañar
las heridas.
Reconocer en lo propio la manera
como las experiencias de la infancia definieron lo que hoy se es, serviría para
recalcar la responsabilidad que tienen
los adultos para con los niños y las niñas. Cada adulto debería comprometerse a
que los que crecen junto a él encuentren más de lo bueno que disfrutó y menos de aquello que lastimó su humanidad
infantil. No es cierto que el dolor forme bien el carácter. Este es uno de los
lemas de un conglomerado humano que no cree posible la paz ni la comunidad
basada en el afecto más que en el interés. Para un niño o una niña, lo que
educa es la manera como se le ayude a entender y a aprender de los eventos
desfavorables.
Debería acompañar a la sabiduría
de la abuela que prodiga afecto cuando se espera el castigo, de la madre que
asiste con paciencia las necedades de sus hijos cuando estos ya superan la
frontera de la adultez, la sabiduría política de quienes están al frente de lo
público. Un alcalde o un gobernador no pueden cambiar lo que sucede al interior
de los hogares… o tal vez sí. Para ayudar a lograrlo se requiere autoridad
moral y tal vez, recordar un poco que alguna vez, cuando fueron niños, su vida
dependió de lo que otros hicieran por ellos: sus padres, algún maestro, algún
médico. Para entender mejor por qué hay que hacer esto bien, habrá que cerrar
los ojos y recordar alguna noche aciaga, cuando se fue niño.
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