viernes, 2 de septiembre de 2016

Juan Pablo


Juan Pablo* insistía en contar una historia: él recordaba que cuando era muy pequeño su mamá lo amaba, aunque le gritaba para reprenderlo diciéndole que no hiciera tal o cual cosa. Negaba decididamente que su mamá lo hubiera abandonado. Todo el tiempo preguntaba «¿por qué me iba a dejar, si ella me quería mucho?»

Madre e hijo. Gustav Klimt, 1905.
Madre e hijo. Gustav Klimt, 1905.
Creció en los sistemas estatales dedicados a niños en su situación. No le faltó alimento, techo, vestido y educación hasta cierto punto.
  
Juan Pablo siempre llevó con él la idea de que algún día iría decidido a buscar a su mamá. Quienes le atendieron lo recuerdan por su perorata inconsolable. «Cuando yo era chiquitico, mi mamá me decía quédese quieto, no haga eso…» Jamás aceptó que realmente sus padres nunca vieron por él, casi desde el instante en que nació.

Llegando a la edad adulta se involucró en el uso de drogas. Ya estaba en el umbral para egresar del sistema estatal de protección. Tendría que vérselas solo con el mundo y con el vacío en su corazón «Por qué me dicen que me dejó si yo me acuerdo que ella me quería mucho y me decía estese quieto, pórtese bien…»


Los servicios de atención a niños y niñas en condiciones desfavorables deberían ser excelentes. Habría que darles mucho a quienes desde pequeños se les negó el derecho a una familia y crecen sabiéndose diferentes. Más allá de eso, hay que hacer un mayor esfuerzo para esos servicios se utilicen poco, para que haya pocos niños y niñas que lo requieran. Esto se logra creando condiciones de desarrollo más armónicas, que contemplen al ser humano integralmente. A eso podrían apuntar los planes de desarrollo.
Podría decirse que el Estado cumplió su obligación en el caso de Juan Pablo, aunque no siempre los servicios prestados fueron los mejores.  Sin embargo, el papel del Estado no termina allí, o más bien, hace falta mucho más para casos como este se presenten con menos frecuencia. Es cierto que el papel estatal tiene una frontera delimitada por el fuero interno y familiar. Esto no obsta para insistir en que le corresponde al Estado crear las condiciones para reducir los efectos de la pobreza, la inequidad, la falta a educación, en fin, los llamados determinantes sociales de casos como el de Juan Pablo.

Los servicios de atención a niños y niñas en condiciones desfavorables deberían ser excelentes. Habría que darles mucho a quienes desde pequeños se les negó el derecho a una familia y crecen sabiéndose pobres y desafortunados. Más allá de eso, hay que hacer un mayor esfuerzo para que esos servicios se utilicen poco, para que haya menos niños y niñas que lo requieran. Esto se logra creando condiciones de desarrollo más armónicas, que contemplen al ser humano integralmente. 

No sé qué fue de la vida de Juan Pablo. Tal vez, de adulto, siguió contando su ficción vital, añorando a la madre que probablemente alguna vez le susurró que lo quería mucho.

* La historia es real, el nombre fue cambiado.


2 comentarios:

  1. Juan Pablo siempre tendrá un lugar en mi corazón y gracias a tí, tendrá un lugar en el infinito mundo de las palabras. Gracias por recrear de manera tan bella nuestras historias!

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  2. Gracias a ti. De todo corazón deseo que quien inspiró esta historia y que aquí se llamó Juan Pablo, haya encontrado la felicidad. También, que todos los niños crezcan amados y cuidados.

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