El problema de la superpoblación mundial
Por Orlando Scoppetta DG.
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Fotografía: Tim Easly en Unplash |
De cuando en cuando, algunas publicaciones se encargan de recordarnos
que la población humana está creciendo a un ritmo acelerado, lo que tendría
gravísimas repercusiones para la sostenibilidad de la especie humana. Hace unas
décadas, se trataba de un tema candente que se convirtió en un asunto de
estudio científico y de política internacional.
Pero ¿qué es la superpoblación y en qué punto vamos? Abordemos esas
cuestiones.
La situación
En 1968 Paul y Anne Ehrlich escribieron The population bomb (curiosamente la editorial no le permitió a
ella aparecer como autora). Allí pronosticaban hambrunas masivas y una
situación de debacle debida al crecimiento poblacional. Por su parte, con un
tono menos apocalíptico, el Club de Roma dio a conocer en 1972, el estudio
llamado los límites del conocimiento,
donde también se llamaba la atención sobre los riesgos del aumento poblacional.
Aunque las profecías de los Ehrlich no se cumplieron, al menos no en la
dimensión que ellos habían previsto, el crecimiento poblacional sigue siendo motivo
de preocupación, ahora con el auge de los movimientos ambientalistas y con
mejores datos que los de los estudios iniciales.
Según información del Fondo de Población de Naciones Unidas en el año
1950 había 2.600 millones de personas, en 2015 fuimos 7.300 millones y en 2.100
se alcanzará la cifra de 11.200 millones. Pero ¿cómo se explica este
crecimiento?
Paradójicamente, expertos como Massimo Livi-Bacci (autor de historia
mínima de la población mundial), muestran que la población mundial crece como
consecuencia de una alta tasa de mortalidad en países emergentes. Esto es
consecuencia de que en los países donde hay mayor mortalidad, se tienen más
hijos para compensar la fuerza de trabajo que se necesita para mantener un
hogar.
El conocimiento demográfico de hoy muestra que los países donde hay
mayor crecimiento poblacional, son aquellos más pobres. Es así como el
continente africano será el de mayor crecimiento poblacional en los próximos
años, a un ritmo de 2,55% anual, mientras la población europea se reducirá.
Sin embargo, los países que tuvieron una alta tasa de natalidad en el
pasado, continuarán aportando en grandes cifras al crecimiento poblacional: en
China, que tiene hoy cerca de 1.400 millones de habitantes, habrá aproximadamente
1.265.000 nacimientos en este año y en la India, nacerán cerca de 2.017.000
bebés.
En contraste con las cifras anteriores, en Suiza apenas se esperan 6.391
nacimientos, en Uruguay 3.650 y en Italia 37.600. En los países de buena parte
de Europa, ni siquiera nacerá un número de bebés suficientes para remplazar su
población. En estas naciones, su población nativa está disminuyendo porque las
mujeres en edad fértil no alcanza a tener al menos dos hijos, cifra considerada
la necesaria para el remplazo poblacional.
La preocupación
Como vimos, en términos netos la población del mundo está creciendo a un
gran ritmo. Aunque en China se tomaron medidas gubernamentales de excepción, como
el castigo a las familias que tuvieran más de un hijo, los números son tan
grandes que hay siguen la inercia mundial, difícil de revertir, al crecimiento
poblacional.
El asunto es que entre más crece la población, más presión hay sobre los
recursos. La preocupación hasta hace unas décadas era acerca de la capacidad de
producción de alimentos para sostener una gran cantidad de humanos en la
tierra, hoy, las inquietudes van hacia un rango más amplio de asuntos.
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Fotografía: Mauro Mora en Unplash |
El demógrafo Hervé Le Bras en su libro los límites del planeta, mitos de la naturaleza y de la población, va
en una dirección contraria al alarmismo causado por el crecimiento poblacional.
Según sus cálculos, no hay un límite real para el crecimiento de la población y
el desarrollo tecnológico, así como la dinámica económica, hacen que puedan
explotarse recursos más allá de lo previsto. Por ejemplo, en el caso del
petróleo, entre más se consume más alto es su precio, y entre más alto es su
precio más viable es extraerlo a mayores profundidades, o de otros minerales
como la hulla.
Sin embargo, el análisis de Le Bras parece descuidar algunas
consideraciones. Aun suponiendo que los alimentos y los energéticos sean
suficientes para la creciente población humana, habría un gran impacto por la
producción de estos insumos para atender un número considerablemente mayor de
efectivos. Aquí aparece una frontera de la que no había plena conciencia hace
unas décadas: la provisión de agua dulce.
Todas las actividades productivas consumen agua y entre mayor sea esta
actividad, mayor será el consumo de agua. Además del consumo directo, la
producción humana tiene impacto sobre las reservas de agua. En el caso de la
agricultura, es claro que aunque se utilicen medios de riego de alta
eficiencia, la optimización del uso del recurso hídrico tiene un límite.
Adicionalmente, la agricultura produce una gran contaminación de las fuentes de
agua, como consecuencia del uso de insumos, como pesticidas. Aun los abonos
orgánicos tienen un alto resultado contaminante.
Si ya hay graves problemas de contaminación por la producción actual,
habrá que prever una multiplicación de esta situación, en el proceso de atender
las necesidades de decenas de miles de millones de habitantes.
Lo anterior, sin contar con la provisión de servicios públicos que
demandan energía, amén de los servicios educativos, de salud, transporte y
justicia. Aunque la población pague por su propio consumo, producir los bienes
y servicios necesarios, aumentará la presión sobre el ambiente. Se necesitarán extensiones
de tierras más grandes, más minería, más ganado, más agua, todo esto en
detrimento de bosques, mares y cuerpos de agua dulce.
¿Hay solución?
El crecimiento poblacional tenderá a desacelerarse en la medida en que
en las regiones del mundo donde impera la pobreza se logre el desarrollo
político, social y económico. Debido a que esto no se ve venir en el mediano
plazo la dinámica de crecimiento se mantendrá como está previsto, a menos que
se desate una catástrofe en el mundo que diezme una alta proporción de habitantes.
Las medidas de control de la fecundidad son poco efectivas comparadas
con el desarrollo económico de las sociedades, que va de la mano con mayor
acceso a las mujeres al estudio y al trabajo. La mejor política de población consiste
en darles a los seres humanos, la mejor calidad de vida y permitirles tomar
decisiones sobre su fecundidad.
Como la población de humanos seguirá la tendencia inflacionista, lo que
queda por hacer es aumentar el ritmo de desarrollo de procesos productivos de
menor impacto ambiental. Es urgente tomar medidas para lograr un consumo de
agua racional y proteger las fuentes hídricas, reduciendo el impacto de las
actividades productivas.
Adicionalmente, se requiere avanzar en modelos de agricultura y
ganadería intensiva (no extensiva), de alta eficiencia, con uso mínimo de
agroquímicos.
A todo lo anterior debe sumarse un mejoramiento global del
aprovechamiento de residuos. Esto quiere decir, que la producción se oriente
hacia materiales reutilizables y que efectivamente se reincorporen en las
cadenas productivas. Aquí es muy importante que las políticas nacionales
promuevan la responsabilidad efectiva de productores, comerciantes y
consumidores, en procura de producir cada vez menos residuos contaminantes.
Por supuesto que esta conciencia del aprovechamiento de recursos debe dirigirse
también al agua. Deberá reducirse considerablemente la liberación de aguas
contaminadas, por el aumento de los procesos de tratamiento del líquido usado
en procesos productivos.