Por Orlando Scoppetta DG.
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Fotografía de Vincent Guth. Tomada de Unsplash |
La naturaleza del homosexualismo
ha sido esquiva a la búsqueda de explicaciones, porque se ha
intentado equiparar este fenómeno a una anomalía. Estas aproximaciones van en
búsqueda de una alteración, una enfermedad o un vicio. Esta línea
de pensamiento no ha sido fructífera.
La exploración de alteraciones
morfológicas o funcionales, valga decir, conformaciones cerebrales o
expresiones hormonales distintivas, ha sido tan poco explicativa como la
disfuncionalidad familiar u otras características del ambiente.
Autores influenciados por perspectivas ideológicas, muestran explicaciones sesgadas que no logran confirmación por investigaciones independientes. Un acercamiento desde la
perspectiva del pensamiento complejo podría permitir una visión diferente.
Antes de continuar, conviene aclarar que las explicaciones desde este tipo de
pensamiento no son las convencionales, pues no necesariamente recurren a la
descripción de mecanismos causales.
El espacio es corto para definir
el pensamiento complejo. Aquí tomaremos un aserto propio de esta filosofía: lo
más complejo puede explicarse a partir de planteamientos simples.
Establezcamos entonces un
planteamiento simple: el universo tiende hacia la diversidad y la diversidad
lleva al universo de lo más simple a lo complejo.
Propongamos otro planteamiento, esta
vez, un enfrentamiento de posiciones: los sistemas tienden a conservarse
idénticos. La otra posición, la opuesta, se establece en términos de que los
sistemas tienden a la diversidad.
Un ejemplo de dimensiones
colosales nos ayuda a ilustrar el punto. En el universo primigenio, vagaban por
el espacio átomos de hidrógeno. El hidrógeno es el elemento más simple: un
protón, un neutrón y un electrón. Si se cumpliera el primer planteamiento
antagónico, el universo estaría compuesto por un montón de átomos navegando por
el espacio, y nada más.
Lo que en realidad sucede puede
resumirse así: dos átomos de hidrógenos se atraen mutuamente, por la gravedad.
Cuando se unen los dos, tienen algo más de gravedad, como para atraer a un
tercero. Con los cúmulos de átomos, propios de las nubes interestelares,
atrayéndose hasta lograr cierta condensación crítica, la combinación entre masa
y calor hace que este núcleo se encienda y nazca una estrella. Los átomos de
hidrógeno sometidos a presión y a altísimas temperaturas se fusionan en átomos
de helio, litio, carbono y todos los demás elementos.
De los átomos de
hidrógeno surge una estrella y también todos los elementos más complejos.
Además, el hidrógeno mismo existe en diferentes isotopos: deuterio, tritio y
protio.
Entonces, algo tan simple como el
hidrógeno tiende a la diversidad y esa tendencia a la diversidad, o capacidad
de diversidad, es el origen de lo que conocemos. Tomemos ahora cualquier
sistema de nuestra existencia cotidiana. Suelo pensar en un vaso para
ejemplificar esta cuestión. En este caso, se trata de un sistema artificial,
creado por el ser humano.
¿Cómo sería el primer vaso?
Probablemente una concavidad en una piedra o en un trozo de madera, inspirada
por el cuenco de las manos. Su finalidad: contener líquidos para llevarlos por
porciones hasta la boca de los humanos sedientos.
Hoy por hoy tenemos vasos de
vidrio, de plástico, de papel. Vasos grandes y pequeños. Vasos de colores ¿Es
cada vaso una anomalía con respecto a los otros?
Una regularidad del universo, es,
aunque parezca paradójico, la tendencia a la diversidad. Esto puede afirmarse
sin afectar el sentido religioso. Si Dios existió siendo único y
autosuficiente, entonces él mismo dio lugar a una explosión de diversidad que
hoy se manifiesta de múltiples formas que están a la vista de todos.
Existen seres homosexuales, entre
los humanos y otras especies, porque hay seres heterosexuales. Existen, porque
la sexualidad no escapa a la diversidad, como no escapan los átomos de
hidrógeno o las hojas en una misma planta, en un mismo jardín, o los vasos
creados por la humanidad.
Otra cosa es la actitud moral que
se asuma frente al homosexualismo. Dado que han fracasado los intentos de
explicar el comportamiento homosexual desde una perspectiva patológica, es
decir, como una anomalía o perversión, no hay posibilidad de fundamentar las calificaciones
morales del homosexualismo en hallazgos de la ciencia. Esto, porque aun cuando
sea posible que con la investigación científica se identifique algún día qué hace que una personas sea homosexual o heterosexual, no habría una base lógica para entender tal diferencia como
una anomalía.
Así las cosas, valorar la
homosexualidad desde una perspectiva moral, solo puede tener como fundamento
cierto, esa misma perspectiva. Sería entonces más honesto para quienes ostentan
banderas religiosas y otras que tienen afinidad por postulados morales, declarar
que se asume una valoración negativa de la homosexualidad desde la base de sus
creencias, sin recurrir a supuestos argumentos científicos.